Resumen
Los informes indican que el índice de adiposidad visceral (IAV) es útil para predecir la enfermedad cardiovascular (ECV) y el síndrome metabólico (SM). A pesar de ello, los estudios a largo plazo que analizan la eficacia del IAV en la predicción del riesgo de ECV son limitados y la asociación entre el IAV y los electrolitos no está clara. En este sentido, Gulbahar et al. [1] comunicaron los resultados de un estudio cuyo objetivo era determinar si el IAV puede utilizarse como predictor de ECV y ofrecer la posibilidad de un diagnóstico precoz de futura ECV. Además, los autores también analizaron el impacto de los biomarcadores y los electrolitos en el IAV como asociación indirecta con la ECV. Para ello, se incluyeron mujeres postmenopáusicas (edad >40 años; n=50) y se clasificaron en dos grupos según sus puntuaciones de IAV: leve/moderada y severa. Los grupos se compararon en términos de resistencia a la insulina, parámetros bioquímicos y medidas antropométricas. Al cabo de diez años, se volvió a evaluar a las mujeres y se las encuestó para detectar otras enfermedades y riesgos cardiovasculares. El estudio reveló que las puntuaciones del IAV de las mujeres con SM eran significativamente más altas que las de las mujeres sin SM (7.30 ± 4.75 frente a 2.95 ± 1.05; p < 0.01). En el grupo severo, los niveles séricos de magnesio fueron significativamente más bajos y los niveles séricos de zinc (Zn) y proteína C reactiva de alta sensibilidad (PCRas) fueron más altos. El análisis de correlación mostró correlaciones positivas significativas entre las puntuaciones del IAV y los niveles de colesterol total, Zn e insulina en ayunas, y ninguna asociación significativa con la incidencia de ECV a 10 años. Los autores concluyen que los resultados previos del IAV no pueden ayudar a predecir el riesgo de ECV a 10 años. Además, incluir mediciones séricas de Zn, colesterol total, insulina en ayunas y niveles de glucosa es un enfoque razonable para tratar a las mujeres postmenopáusicas con perfiles desfavorables de riesgo de ECV.
Comentario
A nivel mundial, la ECV es la principal causa de mortalidad. En 2019, 17.9 millones de personas murieron por ECV, correspondiendo esta cifra al 32% de todas las muertes a nivel mundial. Aunque se sabe que los hombres tienen un mayor riesgo de ECV, después de la menopausia, debido a la deficiencia de estrógenos, las mujeres son propensas a tener mayores tasas de ECV [2]. Durante la transición menopáusica, debido a la disminución de la función ovárica y de la secreción de estrógenos, las mujeres están sujetas a cambios biopsicosociales que pueden perjudicar su calidad de vida. Y, lo que es más importante, tras la menopausia, el riesgo cardiovascular aumenta significativamente, en parte debido a la privación de estrógenos. Además, el aumento de peso y otros factores (por ejemplo, el sedentarismo, los hábitos alimentarios, etc.) repercuten negativamente en los parámetros metabólicos, lo que hace a las mujeres más susceptibles de sufrir eventos cardiovasculares [3]. Diversos estudios sugieren que los estrógenos tienen efectos positivos sobre el perfil lipídico y la vasculatura de la mujer debido a su efecto antioxidante, la expresión moduladora de genes y la regulación de las vías inflamatorias [4-6]. Por lo tanto, la predicción de la ECV en mujeres durante la etapa perimenopáusica es crucial para prevenir las muertes relacionadas. En este sentido, el IAV ha demostrado ser eficaz para determinar la ECV en la población general y en algunas poblaciones con afecciones específicas (por ejemplo, mujeres con síndrome de ovario poliquístico y pacientes con hepatitis C crónica). A pesar de ello, los estudios en mujeres postmenopáusicas son limitados. El IAV es un modelo matemático basado en mediciones antropométricas del índice de masa corporal (IMC) y el perímetro de la cintura (PC), además de los niveles de HDL-C y triglicéridos; de este modo, proporciona información sobre la distribución y la función de la grasa corporal. El aumento de la grasa visceral en las mujeres postmenopáusicas actúa como un sistema endocrino al segregar marcadores inflamatorios que intervienen en el desarrollo del SM y la ECV. Otros biomarcadores, como la PCR-as, el magnesio (Mg) y el Zn, también se han utilizado en la predicción de estas enfermedades. De hecho, mientras que la PCR-as es un indicador de inflamación crónica de bajo grado, los electrolitos Mg y Zn parecen desempeñar funciones clave en la inhibición de los procesos inflamatorios, el mantenimiento del metabolismo lipídico, la secreción de insulina, la captación de glucosa y la regulación del tono vascular en estudios in vitro [7,8]. A pesar de esto último, como afirman los autores, no existen estudios que aborden la asociación entre el IAV y la PCR-as, el Mg y el Zn.
El presente estudio encontró que el 54% de las mujeres estudiadas tenían puntuaciones de IAV severos, y que este grupo presentaba niveles más bajos de Mg y HDL-C y valores más altos de PC, IMC, PCR-as, triglicéridos y Zn. Se observó una mayor tasa de IAV severos en las mujeres con SM. A pesar de ello, al cabo de 10 años, las puntuaciones de IAV severos no se asociaron significativamente con la incidencia de ECV. Otros estudios han hallado una fuerte relación positiva entre las puntuaciones del IAV y el riesgo de ECV tanto en hombres como en mujeres. Estas discrepancias pueden deberse a algunas de las limitaciones del estudio, que el autor expone claramente: en primer lugar, el tamaño pequeño de la muestra, que no permite generalizar los resultados a poblaciones más amplias, y tal vez ésta sea la razón por la que no se encontró ninguna asociación entre las puntuaciones del IAV y el riesgo de ECV a los 10 años; y, en segundo lugar, la falta de datos sobre la incidencia de ECV a los 10 años.
A pesar de las limitaciones mencionadas, los autores sugieren incluir la monitorización de los niveles séricos de Zn, colesterol total, insulina en ayunas y glucosa como un enfoque razonable en el tratamiento de las mujeres postmenopáusicas con perfiles de riesgo cardiovascular desfavorables. Para reducir la prevalencia de la obesidad y las enfermedades relacionadas entre las mujeres postmenopáusicas, es necesario aplicar medidas dietéticas dirigidas a prevenir el aumento de peso y el incremento de la proporción de grasa.
Estoy de acuerdo con los autores en que la puntuación basal del IAV no predice el riesgo de ECV a largo plazo, sino sólo a corto plazo. Se necesitan más estudios con una población mayor para aclarar la utilidad del IAV en la predicción de ECV a largo plazo en mujeres postmenopáusicas.
Peter Chedraui, MD, PhD
Universidad Espíritu Santo, Samborondón, Ecuador
Referencias
- Gulbahar A, Caglar GS, Arslanca T. Evaluation of visceral adiposity index with cardiovascular risk factors, biomarkers in postmenopausal women to predict cardiovascular disease: A 10 year study. Exp Gerontol. 2022;170:111986.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36280092/ - Mauvais-Jarvis F, Bairey Merz N, Barnes PJ, et al. Sex and gender: modifiers of health, disease, and medicine. 2020;396(10250):565-582.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32828189/ - Moccia P, Belda-Montesinos R, Monllor-Tormos A, Chedraui P, Cano A. Body weight and fat mass across the menopausal transition: hormonal modulators. Gynecol Endocrinol. 2022;38(2):99-104.
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https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/31182992/ - Monteiro R, Teixeira D, Calhau C. Estrogen signaling in metabolic inflammation. Mediators Inflamm. 2014;2014:615917.
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https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/25049900/ - Ün B, Dolapçıoğlu KS, Güler Okyay A, Şahin H, Beyazıt A. Evaluation of hs-CRP and viseral adiposity index in patients with polycystic ovary syndrome by clinical and laboratory findings. Eur J Obstet Gynecol Reprod Biol. 2016;204:16-20.
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/27479317/
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